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martes, 8 de abril de 2014

En Busca del Kouros perfecto



Claro, no lo negaré, en primera instancia Kouros puede hacer referencia a aquella fragancia masculina y fuerte creada por Yves Saint Laurent en los años ochenta, la primera fragancia que sentí en el cuerpo de otro hombre como yo. Sin embargo, la palabra Kouros designa a esas estatuas apolíneas que se encuentran en algunos museos, jóvenes gallardos, extremadamente muy bien cincelados, la imagen del joven atlético, del ideal masculino griego, y es precisamente de eso, lo que quisiera hablar hoy de ese hombre idealizado y perfecto al que de una u otra forma todos buscamos.


La astrología de ese hombre que te vuelve “loca”  que te hace perder la cabeza, que te deja sin aliento cuando te envía una foto por el whatsapp, suele decir que está relacionado con las combinaciones de Marte y Neptuno en tu carta natal, y claro, la ilusión, ese hombre que parece más un muñeco Ken, perfecto y por ende, sin ningún defecto tiene mucho de eso. ¿Pero, será eso lo correcto? Encontrarse con un hombre que llena a tu Marte o que te activa cualquier aspecto entre tu Marte y tu Neptuno natal.  Puede ser, no existe una fórmula mágica, una ecuación que te diga, ve, ese es tu hombre. Porque de todas formas la astrología no es estática, los planetas se mueven y nosotros cambiamos con ellos, el héroe que te rescató quizás termina hundiéndote en la rutina y de repente, te ves guiñándole el ojo, a un joven mancebo unos 10 años menor que tú.   La vida es irónica incluso muchas veces cruel, y la fantasía no se puede sostener durante tanto tiempo. El camino de Neptuno y Marte puede ser engañoso, por eso, si quieres luz y claridad, mejor síguele la pista a tu propio sol y si quieres algo más concreto y duradero, no sea más que un reflejo de tu propio Saturno natal.

Cuando conocí a Javier (nombre ficticio) ambos veníamos pasando por una situación disruptiva con nuestros padres, su caso, era más extremo, el suyo había muerto ahogado apenas unos meses atrás y su madre regresó a su país de origen, mi país. Lo mío, era en cambio, puro caprichoso, mi padre de repente parecía no entender mi adolescencia y eso a mí me dolía más que ver como de vez en cuando me parecían espinillas en la cara. Javier y yo teníamos un asunto Sol-Saturno por resolver, y aunque él me llevaba un par de años, de repente nos hicimos inseparables. Javier era un chico sofisticado y a la vez rudo y atlético, siempre olía muy bien, siempre olía a ese perfume ya mencionado. Al tiempo, éramos pareja sin serlo, a la vez, éramos amigos que teníamos sexo, éramos amigos que teníamos celos de los otros posibles amigos en común, éramos una especie de dúo y no entendíamos muy bien que éramos pareja, es más nunca lo mencionó, excepto el día, años después, en el que me propuso irme de regreso a su país de origen.

Javier fue sin duda, ese primer hombre que deja su impronta, ese chico que de alguna manera termina convirtiéndose en un fantasma al cual no quieres del todo abandonar. Yo, con él me sentía yo, era como si todos los planetas de mi carta natal hubiesen desaparecido y yo solo era el Sol, era lo que se suponía debía ser. Javier activa mi Sol, porque era de mi mismo signo, y además poseíamos lunas ahí también, claro, en su caso, si estaba más en conjunción. Yo, proyectaba en él, algo que me incomodaba de mi propio Sol y dejaba por completo que él lo asumiera. Javier también tenía ese componente Marte-Neptuno del que hablábamos, su Marte en conjunción con Venus y Saturno se oponían a Neptuno, claro, esto activaba también mi oposición Marte-Neptuno, vivíamos un poco en un juego, en una especie de oasis, no pensábamos en el futuro no nos importaba, nos alimentábamos de besos y caricias y para mí ese era el mejor alimento, el mundo podía acabar y a mí eso me tenía sin cuidado. Yo no lo entendí en aquel entonces, pero, yo a él, le sostenía toda aquella oposición mi Sol estaba en sextil con su Marte-Saturno-Venus y en trígono con su Neptuno, le daba luminosidad, confianza a expresar sus fantasías, a todo le decía sí. Pero, Javier se fue, ese primer Kouros se marchó, aunque su fragancia no se ha disipado del todo, he tenido que lidiar con ello.
 
Las relaciones a veces no son más que un efecto espejo
Mi segundo Kouros, no era de mí mismo signo, pero, era de un signo muy a fin, uno al que tenía en aquel momento como mi favorito. Me volvió loco desde el día cero, le besaba sin parar, yo ya era un adulto, y entendía que estaba con alguien que terminaría siendo mi pareja. Su Neptuno natal no tenía esa oposición con su Marte, pero, sí con su Venus, y yo, me decía me “querrá para siempre” Su Sol natal estaba en cuadratura con su Saturno natal, un aspecto que lo tengo yo mismo, pero, del cual nunca he prestado mucha atención, mi Sol tiene otros aspectos más partiles y más de mi agrado para tirar hacia ese viejo ermitaño. Por supuesto, el trabajo de proyección empezó, el me daba fuertes raciones de un aspecto que yo no quería enfrentar de mi propio Sol y de tanto darle y darle, pues terminé asumiéndolo, así que en esta búsqueda de ese hombre ideal, puede que al final lo que encuentras no sea más que una imagen de aspectos de tu personalidad con los que necesitas trabajar. Con uno aprendí a conocer a mi Sol y Luna, con el segundo, mi propio Sol-Saturno, y de ahí, quizás me pregunto: ¿Si existiera un tercero? ¿Que aprenderé o ya seré lo suficientemente yo, como para no tener que aprender, si ese tercero será lo suficientemente él para no tener que aprender de mi un aspecto no integrado de su personalidad?

Por eso, toda este discurso anecdótico, solo haya sido un medio para decirte que antes de mirar que tienen los demás para ofrecer, mira tu interior pues quizás tú mismo aún no te has dado todo lo que puedes darte. Conocerte a ti mismo, es el primer paso para que te encuentres ese Kouros  y así terminar de una vez con ese efecto reflejo en el que tu pareja parece sostenerte un espejo que mires quien eres en realidad a través de él.





martes, 12 de noviembre de 2013

Esa experiencia oceánica llamada Amor: Neptuno directo


Ciertamente

Llegamos a cierta edad, y de repente, decidimos limitar nuestros sentimientos no le damos cabida a algunas sensaciones, porque o estamos ya muy viejos para eso, o, tenemos otros compromisos o prioridades. Pero, como, suele pasar, en estos casos en los que creemos que tenemos absoluto control de lo que podemos o no sentir, de lo que podemos o no hacer, la vida con toda su fuerza nos abofetea con descaro.

Los límites, en realidad no nos los imponemos, en realidad la sociedad y todos sus mecanismos de clonación (hacernos idénticos los unos de los otros) son los culpables de tanta lobotomía absurda. Desde un punto de vista astrológica todas esas limitaciones se relacionan con Saturno. Pero, hoy no quiero hablar de él, sino al contrario, de quien disuelve los límites.. Hoy es el turno de Neptuno.

Te gusta más la montaña pero la playa no está mal

Neptuno la fuerza planetaria que es capaz de borrar todo con su oleaje, Neptuno tiene la capacidad de recordarnos que somos almas encarceladas en una prisión corpórea, y este concepto, no es nuevo ya desde los tiempos antiguos se ha planteado. Neptuno, ha sido uno de mis favoritos, es locura, es alucinación, es perderse y no volver, es la irrealidad que es la realidad, es el escapismo, me he refugiado en él, en más de una ocasión. No he terminado en el manicomío ¿por qué?... mmmm... la verdad no lo sé.

Neptuno representa el océano y todas las maravillas que encontramos en él. En Neptuno encontramos respuestas, pero a diferencia de Urano (otro planeta exterior) no encontramos las respuestas afuera, más allá de las estrellas, sino aquí en nuestro planeta, en el interior del mismo océano. Neptuno es la más pura expresión del elemento agua, porque en si él es Agua. Es el agua que penetra todos tus intersticios y te inunda de emociones incontrolables, te hace perder la razón y con todo gusto estás dispuesto a hacerlo.
Mmmm..... la playita!

Neptuno se encuentra muy cómodo en Piscis,es el signo de su propia regencia, Piscis son los peces y Neptuno el Mar, todo cuadra como si fuera un perfecto puzzle. Neptuno deja su retrogradación hoy, y la marea baja, lo que ocurrió mientras estuvo retrógrado, puede que sea una especie de espejismo para muchos, que cuando abras los ojos no quede nada, puede ser que el canto de las sirenas acabe y también su hechizo. Pero, también puede ser que al abrir los ojos, te enteres que la realidad supera a la fantasía y que lo que creías un sueño estaba ahí frente a ti, esperando a hacer descubierto.

Neptuno es el amor sin límites, Neptuno de hecho es todo sin limites, sin barreras, pero, me gusta pensar en Neptuno como la manifestación más grande del Amor, de hecho, Venus el planeta del Amor se exalta en Piscis y Neptuno es considerado la octava mayor de Venus. Venus es atracción que se necesita para unir dos cuerpos, pero, no necesariamente este encuentro va a concluir satisfactoria. Mientras Neptuno es la atracción necesaria para unir dos almas que en un principio fueron una. Neptuno trasciende toda razón, toda lógica, se ama porque se ama, no hay más explicación. Neptuno no borra tu pasado, lo amalgama, con el presente y el futuro y quien cae en ese influjo, cae en la más exquisita de las sensaciones.

En psicología se habla de la experiencia océanica, a un extremo estado de alteración de la conciencia. Freud lo relacionó con la religión y el extasis vivido por algunos mártires, por el contacto a una etapa previa a la formación del Ego. Jung con el contacto con la psique colectiva ( Inconsciente Colectivo). Sea como sea, esta experiencia oceánica que por cierto en inglés se le denomina “Oceanic Feeling” y por ende se le relaciona más las sensaciones y emociones, es lo que se siente cuando Neptuno te hace abrir los ojos y ves que los sueños ya no son sueños ni la realidad es realidad.
Ya no dudo, dejé de pensar

Te decía al inicio, tendemos a limitarnos pero, la vida te da uno de sus "knock outs" y todo cambia. Yo, me enamoré con Neptuno retrógrado, tuve miedo, tuve dudas, incluso dormí muy mal. Tenía miedo a un día como hoy y pensar que el mar me arrebataría lo que me trajo, pero, a pesar de lo que muchos recomiendan cuando Neptuno se encuentra retrógrado, y es salir huyendo hacia la orilla y esperar que vuelva a estar directo para volver a intentarlo, yo, me hundía más y más en la profundidad neptuniana. Neptunizado hasta más no poder, me di cuenta que yo ya no era yo, era mi alma que se había encontrado con su complemento, que ya no había cabos sueltos y que el día en que el dios del Mar volviera a estar directo todo sería mejor, porque la fusión había sido total y ahora sólo queda vivir el sueño pero ya despiertos.

Porque es precisamente eso lo que propone Neptuno en Piscis cada vez que vuelve a estar directo, vivir en función de tus sueños, porque una vez que contactaste con ellos en su retrogradación ya no hay vuelta atrás. Llegaste al punto de no retorno y aunque salgas del Mar, el Mar sigue contigo.